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La agenda progresista de Biden está debilitando el ejército más poderoso del mundo

Mientras el escenario de la lucha geopolítica espera la movida del nuevo presidente americano, Joe Biden empuja la agenda LGBT y la falsa idea del “racismo sistemático” en el ejército estadounidense, confundiendo y distrayendo a las tropas del verdadero adversario.

Después de cuatro años en los que el expresidente Donald Trump reconstruyó el ejército, terminó con las guerras eternas en Medio Oriente, eliminó la amenaza del ISIS, estableció una relación diplomática con Corea del Norte para desalentar su ambición nuclear, firmó acuerdos de paz entre Israel y varios países de mayoría musulmana, y diezmó la amenaza del régimen comunista chino en el Mar Sur de China mediante alianzas militares con Australia, Nueva Zelanda, India, Japón, etc., sin usar la fuerza militar, el presidente demócrata tiene otro enfoque, algo cuestionable.

La administración de Biden está poniendo prioridad en la “inclusividad” con el supuesto objetivo de eliminar la discriminación dentro de las tropas como también “una pausa de 60 días” para eliminar el “extremismo”.

Los “casos” de “extremismo”

El pasado 9 de febrero, el Jefe de Operaciones Navales, Almirante Mike Gilday, emitió un comunicado a todos los marineros luego de que aparentemente alguien dejó “símbolos de odio” a la vista de todos en dos ocasiones.

“Si no eliminamos los comportamientos extremistas de nuestra Armada, el racismo, la injusticia, la indignidad y la falta de respeto crecerán y seguirán impidiendo que alcancemos nuestro potencial: una fuerza de combate inclusiva, respetuosa y profesional”, dice el comunicado.

“Si primero tenemos que cuestionar las intenciones de nuestro compañero que hace la guardia con nosotros, ahora, y sobre todo, bajo fuego cruzado, fracasaremos cuando la Nación nos necesite en el combate”, argumentó el almirante.

No obstante, según las estadísticas del FBI de las 143 veces que se reportaron casos de extremismo en las fuerzas militares en 2020, sólo una cuarta parte de ellas, o sea unas 17, tenían que ver con el nacionalismo blanco.

Biden también eliminó las restricciones que Trump puso sobre las personas transgéneros que quieren formar parte de las fuerzas armadas, debido a las desventajas físicas que estas personas experimentan mientras están “cambiando” de sexo, además de lo costoso que es este procedimiento para el estado.

El presidente demócrata también asignó como jefe del Pentágono al General del Ejército Lloyd Austin que en su audiencia de confirmación en el senado juró “hacer frente al nacionalismo blanco” y eliminar de las tropas a los “extremistas y racistas”.

No teniendo estadísticas ni hechos que justifiquen estos programas de “inclusión” y lucha contra el “racismo sistemático” y teniendo en cuenta que el “extremismo” no está claramente definido, estas políticas tienen la misma apariencia que la de un “guerrero de la justicia social” pidiendo la desfinanciación de la policía en una ciudad plagada de crímenes.

Estas medidas infundadas solo generan confusión en las tropas porque es como combatir con un enemigo invisible, en este caso inexistente, y perder el foco del verdadero adversario, el Partido Comunista Chino.

Mientras tanto Joe Biden se ha mostrado cada vez más complaciente con el régimen comunista chino y quizás su idea de “combatir” a China sea ceder ante sus demanda

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