El candidato de extrema izquierda ya adelantó lo que quiere hacer con el sistema educativo peruano: normalizar el uso del símbolo del comunismo en las escuelas y adoctrinar a los alumnos.
Es el mismo libreto. Pedro Castillo planea adoctrinar a los peruanos desde niños para que repitan una y otra vez las consignas de la izquierda. Pero en su caso no hay disimulo. A diferencia de Hugo Chávez –por ejemplo– que en su carrera por la presidencia de Venezuela en 1998 negaba ser socialista, Pedro Castillo está desplegando una campaña de adoctrinamiento con la que promete lavarle la cara al comunismo.
Su partido político, Perú Libre, defiende esta idea bajo la excusa de «dejar de asociar la hoz y el martillo con terrorismo». En su lugar, lo plantea únicamente como la unión de «el proletariado de la fábrica y el campo». El objetivo es hacer una «revolución educativa» con la que pretende normalizar entre la juventud peruana el uso del nefasto símbolo del comunismo.
«Entonces la juventud estará más preparada cuando los grandes medios al servicio del capital los llamen terroristas solo por ese símbolo». Con esta frase, el partido Perú Libre se convertirá en el vehículo del plan comunista para adoctrinar a los alumnos en las escuelas con el argumento de «crear conciencia».
La verdadera historia
El símbolo al que se refiere el partido de Castillo no significó más que el nacimiento de un modelo que nunca funcionó. Los revolucionarios rusos lo usaron por primera vez en 1917. Lo ondeaban en sus banderas y lo unificaron con la famosa estrella roja.
Esta intención es otra de las muchas señales que ha dado Castillo de que sumirá a Perú en el socialismo del siglo XXI, o en el más puro comunismo sin disimulo. Ha mostrado sus intenciones de reescribir la Constitución, cercenar la libertad de expresión, rechazar la política de Estados Unidos y ha aplaudido a Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva, Evo Morales y Rafael Correa.
Ninguno alcanzó la independencia económica, ni la soberanía alimentaria, ni se convirtió en potencias como vociferaron una y otra vez los líderes izquierdistas. Aún así, el candidato que se medirá en segunda vuelta contra Keiko Fujimori, asegura que su plan comunista en Perú «tendrá su propia identidad».
Es típico, el socialismo no asume responsabilidades sino que culpa a terceros. Por eso cada promesa sigue calando entre sus seguidores. Además, el ofrecimiento de la suprema felicidad y la utópica igualdad social convierte a sus precursores contemporáneos en una especie de salvadores que solo tienen éxito en la multiplicación de la miseria.
Unidad frente al comunismo
Falta menos de un mes para la segunda vuelta en Perú. La candidata Keiko Fujimori obtuvo el respaldo de varios partidos y de personalidades políticas que se consideraban antifujimuristas porque aseguran que ella es ahora la única vía para “mantener el Estado democrático». Estos concuerdan con el modelo defendido por Fujimori, basado en las libertades económicas e individuales.
El miedo al comunismo se ha convertido en el punto en común en Perú, que no quiere convertirse en otra Venezuela. Varios exfuncionarios en ese país se han pronunciado, rechazando la línea que busca imponer el candidato de izquierda.
“Nadie formado en la escuela del Partido Popular Cristiano le haría jamás el juego al comunismo, lo consideramos un pensamiento retrógrado que le haría mucho daño al Perú”, declaró recientemente la excongresista y excandidata presidencial, Lourdes Flores Nano.
Y así se fueron sumando otras figuras como el escritor Mario Vargas Llosa, un antifujimorista que prevé lo que puede pasar en Perú de caer en mano del plan comunista de Castillo.