Jue. Mar 28th, 2024

‘No soy una desvalida y no necesito condescendencia, sino una jubilación digna’, dice una maestra jubilada que trabajó 35 años para el Estado

Son las 5:00 de la tarde y, luego de casi ocho horas en una cola para comprar un paquete de pollo, dos de picadillo y un litro de aceite, Amada Castellano Suárez se lamenta de haber envejecido en Cuba. Maestra de enseñanza primaria jubilada, de 70 años de edad y con una chequera de apenas 2.000 pesos mensuales, vive en pésimas condiciones y lidiando con achaques de salud en un país que atraviesa una severa crisis económica con afectaciones en la producción nacional de medicamentos.

«Además de que tengo que hacer colas para comprar alimentos y aseo personal, también tengo que hacerlas en la farmacia durante días, pero sin la certeza de que lleguen las medicinas que necesito. ¿Qué calidad de vida puede tener cualquier ser humano si tiene que invertir más de 16 horas diarias en colas, en la zozobra de que apenas resuelves la sobrevida del mes, y al día siguiente despertar para el mismo ajetreo?».

El relato de Castellano Suárez es la cotidianeidad de millones de ciudadanos de la tercera edad, en un país donde el envejecimiento poblacional se acelera. Su historia no es un caso aislado; tampoco es que los problemas simplemente se hayan agudizado con la expansión del Covid-19 en la Isla. Este es un panorama que lleva décadas consolidándose por detrás de los eufemismos y la propaganda del régimen para el mundo.

«Ahora nos describen como vulnerables, como si eso pudiese esconder el abandono que sufrimos los cubanos, especialmente los jubilados. Soy una maestra que trabajó 35 años, no soy una desvalida y no necesito condescendencia, sino una jubilación digna. Una chequera justa en un país justo me alcanzaría para vivir mis últimos días en paz», considera Castellano Suárez.

Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI)al finalizar 2020 las personas mayores de 60 años eran el 21,3% de la población de Cuba, el doble de los ciudadanos en ese rango de edad de 1970.

Para el año 2050 se espera que las personas mayores de 60 años s el 34,9% de la población cubana. De cumplirse la estimación, Cuba será el país más envejecido de Latinoamérica.

En la Isla la edad de jubilación, luego de 30 años de servicio laboral, se establece en 60 años de edad para las mujeres y 65 para los hombres.

El drama de millones de jubilados no pasa únicamente por la insuficiente pensión frente a la dolarización de la economía y el acelerado encarecimiento de la vida que no solucionó la unificación monetaria. Los conflictos intrafamiliares a consecuencia del hacinamiento por el déficit de vivienda, el colapso del sistema de Salud Pública, y el siempre precario sistema de Asistencia y Seguridad Social agravan las penurias del grupo etario mayor de 60 años.
 
«En la mano derecha un refrigerador vacío y en la mano izquierda una soga», es la descripción que hace de sí mismo Gabriel Betancourt Morales, tornero y fresador jubilado, de 72 años de edad y vecino del Cerro. La soga como insinuación del suicidio muestra el matiz trágico de sus circunstancias, que lo tienen al borde de irse a vivir en la calle.

«Ya es difícil aceptar que lo único que obtuve después de trabajar casi 40 años en un central azucarero fue una chequera de 2.200 pesos. Y todos los cubanos sabemos perfectamente hasta dónde alcanza ese dinero hoy. Las medicinas en el mercado negro tienen precios para reyes o para aquellos que reciben remesas familiares del extranjero. Mi salud se agrava y convivo con otros seis familiares en apenas dos cuartos de un solar. Apenas puedo aportar para la comida por los gastos en mis medicinas, y los maltratos no son físicos, pero duelen. Me estoy pensando vivir en la calle, comprar mis medicinas y comer hasta donde me alcance el resto del dinero», dice Betancourt Morales.

El derrumbe total de su vivienda, hace más de 20 años, lo obligó a trasladarse con su familia en un albergue. Hace poco más de diez años decidieron ocupar, ilegalmente, un cuarto en un solar. Para Betancourt Morales «volverse viejo en este país es casi como ir al infierno en vida».

«Un círculo de abuelos, cientos de propagandas en la televisión y catalogarnos de ‘vulnerables’ no es lo que necesitamos los que llegamos a la tercera edad y que solo recibimos una chequera que jamás hizo justicia al servicio que ofreciste durante cuatro décadas de tu vida. Ser un pensionado en Cuba vale menos que una jaba de pan viejo«, fustigó Betancourt Morales.

Luego del proceso de reordenamiento monetario y cambiario en Cuba, que entró en vigor en enero de 2021, el salario y la pensión mínimos quedaron establecidos en 2.100 y 1.528 pesos mensuales, respectivamente.

«Emigren y nunca regresen, porque envejecer en Cuba no es una opción«, es el consejo que Gladys Ruiz Galán ofrece a los jóvenes cubanos. Enfermera jubilada, de 75 años de edad y vecina de Santo Suárez, cree que el envejecimiento poblacional en la Isla ha agudizado un apartheid económico para los jubilados.

«Cuando llegas a la tercera edad, las posibilidades de emigrar son prácticamente nulas, a menos que tus hijos o nietos, si viven en el extranjero, se hagan cargo de ti económicamente. Ni siquiera recibiendo remesas se vive con holgura, porque no solo se trata de los precios, sino de la escasez total de todo; así que imagínate depender solo de una chequera que no sobrepasa los 2.500 pesos después de haber trabajado 35 años. Solo te queda como opción buscarte un empleo extra hasta donde la salud te lo permita», señaló Ruiz Galán, quien antes de la pandemia se dedicaba al cuidado de otros ancianos para compensar sus gastos mensuales.

«Me niego a ser colera o revendedora por pura cuestión de dignidad personal. Me niego a que ese sea el final de envejecer en mi país después de trabajar toda la vida: dedicarme a actividades a las que la situación te obliga, pero que al mismo tiempo ese Gobierno para el cual trabajaste denigra y condena. No es justo envejecer en esas disyuntivas. Ser viejo no es justo en Cuba«, concluyó.

Por antilope

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