Lun. Mar 18th, 2024

El testaferro del dictador venezolano fue embarcado por la justicia en un avión desde Cabo Verde rumbo a la Florida, donde enfrenta cargos por lavado de dinero

Dos cosas desvelan a Nicolás Maduro desde hace más de un año: la investigación en curso en la Corte Penal Internacional de La Haya y la suerte que Alex Saab pudiera tener en Cabo Verde a partir de su detención y pedido de extradición a Estados Unidos el 12 de junio de 2020. La primera de ellas podría sentarlo en el principal banco de acusación del planeta bajo cargos de lesa humanidadLa segunda ya está en curso y hace temblar no sólo a él, sino a todos los jerarcas chavistas.

Por su parte, el camino de Saab se bifurca: se mentaliza en colaborar con la justicia norteamericana y detallar la estructura corrupta que ayudó a cimentar o se embarra en una interminable guerra judicial que no podrá ganar. Inmolarse por Maduro y sus jerarcas le asegurará una larga sombra carcelaria -al menos 20 años- y la imposibilidad de utilizar sus cientos de millones de dólares.

La desesperación del Palacio de Miraflores se explica sobradamente. Saab, el testaferro colombiano que multiplicó sus panes -y los del chavismo- a partir del negocio millonario del alimento para los venezolanos con las cajas CLAP, no sólo podría relatar minuciosamente esta estafa con comida en mal estado, sino también los nexos que el régimen tiene con el narcotráfico y el lavado de activos, principal delito del que se lo acusa. Como empresario exitoso sabrá negociar sus conocimientos.

Luego de conocerse la noticia de que estaba a bordo de un Gulfstream G550, las alarmas sonaron en Caracas y los nervios explotaron. Mañana, tanto representantes de la dictadura como de la oposición venezolana debían verse las caras en México, nuevamente. Sin embargo, esa reunión ya fue suspendida por el chavismo. Desde hace tiempo Maduro y su principal aliado, Rusia, venían advirtiendo que ese raquítico diálogo podría quebrarse si Saab era trasladado a los Estados Unidos.

El Ministerio de Comunicación de Venezuela emitió de inmediato un comunicado. Desaforado. En él acusan a Washington de haber “secuestrado a un diplomático” durante 491 y haberlo sometido a torturas. Un absurdo. En rigor, el colombiano nunca tuvo estatura de embajador hasta tanto fue detenido en aquella pequeña isla del Atlántico. Una vez tras las rejas, Miraflores le dio ese estatus. Era tarde.

Hacia fines de agosto, cuando el régimen todavía tenía una esperanza de que no fuera llevado a Estados Unidos, el fiscal General de Venezuela Tarek William Saab, defendió en Infobae al testaferro. No supo qué responder cuando fue consultado sobre la incompatibilidad de ser proveedor del estado y diplomático. El abogado, autopercibido poeta, sabía que su alegato chocaba con el sentido común.

El presidente colombiano Iván Duque fue de los primeros en celebrar el pasaje transatlántico. “Es un triunfo en la lucha contra el narcotráfico, el lavado de activos y la corrupción que ha propiciado dictadura de Nicolás Maduro”, escribió en su cuenta de Twitter. Minutos después fue la vicepresidenta de MaduroDelcy Rodríguez, quien le respondió llamando “narcoestado” a Colombia.

Sin embargo, la mayor gravedad se produjo en horas de la tarde del sábado, cuando agentes de inteligencia se dirigieron a las viviendas de seis ex gerentes de Citgo, una empresa con capitales norteamericanos. Todos cumplían arresto domiciliario desde mayo de 2021. Todos ciudadanos de los Estados Unidos. Fueron secuestrados por agentes de la Dirección General de Contrainteligencia Militar, la tenebrosa DGCIM. Son claramente, seis nuevos rehenes de Miraflores.

El cautiverio se da en la misma semana en que murió en extrañas circunstancias el general Raúl Baduel, uno de los más emblemáticos presos políticos venezolanos. Maduro no cesa en su empeño de dar argumentos a la Corte Penal Internacional para que lo juzgue de una vez por todas. El dictador está en evidente estado de desesperación. El fiscal de La Haya, Karim Khan, suma folios a su expediente.

En tanto, en Rusia, bien custodiada, vive la familia de Saab. Una persona que solía ser cercana a la estructura de poder chavista ironizó sobre esas particulares vacaciones: dijo que nadie sabe con certeza si la residencia allí era una garantía o una amenaza. En todo caso, cualquiera sea la alternativa, confían en que el empresario nacido en Colombia y enriquecido en Venezuela mantendrá su boca cerrada.

Por antilope

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